S/0.25
Cuántas veces, siendo niño, te recé,
con mis besos te decía que te amaba,
poco a poco, con el tiempo, alejándome de ti,
– por caminos que se alejan me perdí. (bis)
Hoy he vuelto, Madre, a recordar cuántas cosas dije ante tu altar,
y al rezarte puedo comprender
– que una madre no se cansa de esperar. (bis)
Al regreso, me encendías una luz,
sonriendo desde lejos me esperabas,
en la mesa la comida aún caliente y el mantel,
– y tu abrazo en mi alegría de volver. (bis)
Aunque el hijo se alejara del hogar,
una madre siempre espera su regreso,
que el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor
– es su madre y el regalo de su amor. (bis)
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